

Tras el fin de la Segunda Guerra Mundial, las dos Alemanias mantuvieron la legislación homófoba. En la RDA continuó aplicándose el Artículo 175a. A fines de los años 1950 se dejó de castigar la homosexualidad entre adultos, puesto que se consideraba que no afectaba a la sociedad comunista, y a partir de 1968 el código penal de la RDA condenaría las relaciones homosexuales con menores, tanto para hombres como para mujeres. En 1988 este artículo se eliminó completamente. Durante dos décadas, en la RFA se mantuvieron las versiones de los artículos 175 y 175a de igual forma que durante la época del Nacionalsocialismo y la ley se aplicó duramente, llevando a la pérdida de trabajo y encarcelación de numerosos homosexuales. El número de suicidios aumentó enormemente entre los homosexuales acusados. Tras las reformas de la ley 1969 y 1973, sólo eran sancionables los actos homosexuales con jóvenes varones menores de 18 años. Los Verdes intentaron sin éxito eliminar el artículo en los años 80, y no fue hasta 1994 que el artículo fue definitivamente eliminado equiparándose la legislación en las dos alemanias.
Un amour à taire (A love to hide, Un amor por ocultar), cuenta la historia de una pareja de hombres en el París ocupado de la Segunda Guerra Mundial. La legislación francesa, desde principios del s.XIX "permitía" la homosexualidad, siempre que se diese de libre acuerdo entre los individuos. Con la ocupación de Francia por los nazis, el panorama cambia enormemente.
En aquella época no era difícil ganarse una deportación a un campo de trabajo o un campo de concentración. El grado de ensañamiento con los “invertidos” en dichos campos era tal que incluso el resto de presos llegaba a participar. Se estima que el porcentaje de supervivientes de los campos de concentación fue especialmente bajo entre quienes llevaban un pedazo de tela rosa cosido en su uniforme. Para los nazis, “eliminar al homosexual” consistía en pretender su heterosexualización forzosa. Aquellos gays que consideraban que no era posible “curar” eran destinados a la muerte mediante un programa de “exterminio a través del trabajo” (forzándolos a realizar labores peligrosas y agotadoras, y provocando accidentes, hasta acabar con ellos).
El temor a que se propagara un "gen homosexual" les llevó a practicar experimentos médicos, con consecuencias mortales en algunos casos, con los prisioneros del triángulo rosa, en busca de dicho gen. En 1944 se trazó un plan para la castración de todos los homosexuales, aunque a esa altura ya había comenzado a aplicarse la castración a muchos presos. Ajustes de cuentas públicos, castraciones, experimentos "científicos" (tratamientos hormonales, lobotomías...).
En la Nollendorfplatz de Berlín es el centro de la zona gay y lésbica más importante de la capital alemana, y la más tradicional también, puesto que ya a principios del siglo pasado se concentraban allí los lugares de encuentro para homosexuales. Desde 1989 puede verse en esta plaza, sobre el muro exterior de la estación de metro, un modesto memorial: en el interior de un triángulo de piedra rosada leemos la inscripción “A las víctimas homosexuales del nacionalsocialismo”; y encima de esta frase, en grandes mayúsculas, sólo dos palabras: “Totgeschlagen-Totgeschwiegen”. Esto es: asesinados y silenciados. Asesinados por los nazis, silenciados después por la sociedad que construyeron quienes los derrotaron. Dos veces muertos.
En la Europa de la posguerra, no todas las víctimas recibieron el reconocimiento de la sociedad. Mientras el resto de presos en los campos de concentración eran liberados, los presos marcados con el triángulo rosa eran considerados delincuentes comunes, ya que EEUU, URSS y Gran Bretaña perseguían la homosexualidad en sus países. Así, las potencias aliadas vencedoras y las nuevas autoridades alemanas encerraron en cárceles ordinarias a los supervivientes del holocausto homosexual, obligándolos a cumplir las penas impuestas por los jueces nazis y manteniendo en vigor la norma promulgada por el Tercer Reich para su persecución. A los ojos del Alto Tribunal de la RFA, ldicha norma se fundamentaba en una “ley moral” (“Sittengesetz”) que se consideraba aún en vigor, puesto que “las dos grandes confesiones cristianas, la católica y la protestante, de cuyas enseñanzas gran parte del pueblo toma los criterios que regulan su comportamiento moral, condenan la impudicia (‘Unzucht’) homosexual como inmoral.” La experiencia de los presos homosexuales en los campos de concentración del régimen nazi fue un tema tabú durante décadas, incluso para los primeros historiadores y pensadores que se ocuparon del Holocausto y los crímenes de la era nacionalsocialista.
Sólo a partir de los años 70 y 80, después de Stonewall y la despenalización de la homosexualidad en Alemania y en otros países occidentales, empezó a romperse el silencio. En 1972 se publicó “Die Männer mit dem rosa Winkel” (Los hombres del triángulo rosa), un libro en el que Heinz Heger, pseudónimo del vienés Josef Kohout, narra sus experiencias como prisionero. Después vendrían los testimonios de otros “hombres del triángulo rosa”, como el alsaciano Pierre Seel, que envió una carta a su familia (su mujer y sus tres hijos) y a los medios de comunicación. En 1994, publicó su testimonio (Moi, Pierre Seel, déporté homosexuel). Más recientemente, el documental estadounidense “Paragraph 175” contó al mundo la historia de algunas de las víctimas homosexuales del nazismo que aún seguían con vida.
Encarnita (E): El día que conocí a Paquita entré a su despacho para una entrevista de trabajo y me la encuentro a ella en su mesa, ocupando bien oronda todo su sillón. Leyó sólo dos líneas de las dos páginas de mi CV y dijo que era la candidata ideal y que “estaba fichada de por vida”. Se me empezó a conocer en el laboratorio como “el fichaje”.
Aquí, la malvada y cruel Paquita.
A continuación relato de menor a mayor las locuras de Paquita. A los compañeros de trabajo los llamaré Pringuis para no desvelar sus identidades.
En la cafetería.
Paquita entra en la cafetería. Además de tener un (gran) sobrepeso, Paquita no ve tres en un burro. Nos mira y Pringui1 y Pringui2 se hacen los suecos, pero a mí Paquita me ve cara a cara. Ante tal hecho… cojo y saludo. Vamos a ver, que me está mirando a los ojos. Paquita no me devuelve el saludo. Da marcha atrás y se esconde detrás de una plantita mustia para espiarnos. Era ridículo ver su enorme cuerpo intentando ocultarse tras ese helecho deshojado. De vez en cuando sacaba la cabeza para espiarnos mejor. Nosotras no dábamos crédito. A la vuelta al trabajo lo único que nos dice (aparte de una mirada asesina) es que las reacciones no se pueden dejar solas. Yo no tenía ninguna reacción puesta y Pringui2 estaba agitando algo, sin calor, sin vacío… sin nada. Tan peligroso como dejar un vaso de agua en una encimera.
Enfados repentinos.
En cierta ocasión llegó al laboratorio un mensajero con una caja que contenía ocho paquetes de guantes de látex. Paquita entró en cólera porque son muchos guantes para ONCE PERSONAS y que qué hacemos con los guantes. El pedido está a nombre de Pringui3, lo que genera comentarios del tipo “a ese lo echo, lo que le faltaba ya por hacerme”. Intenté hacerle entrar en razón, diciéndole que puede ser un error, que el pedido lo había hecho Pringui2 y que había solicitado sólo cuatro paquetes, que llamamos a la empresa y ya está, a lo que responde “nos van a cobrar los gastos de envío” y “lo que faltaba, que un pringui me eche la bronca”. Llamo al comercial, le explico la situación suavizándola para no dejar demasiado mal a Paquita y me dice que sin problemas recogerá lo que nos sobre. Cuando llega y ve que el montante de lo que devolvemos asciende a 16 euros decide regalárnoslo. Sin gastos de envío ni nada.
Aquí trabaja todo el mundo, pase lo que pase.
Corte de luz en el edificio donde están la mayoría de becarios (aka pringuis). Claro, no van esa tarde (el corte de luz se solapa con la jornada de trabajo). A Paquita le da por decir que el corte de luz fue de cinco minutos y no de tres horas, como aseguraba la circular enviada por el equipo técnico y que la gente se lo ha cogido de vacaciones por la patilla. Esa tarde hay un corte de luz en nuestro edificio, donde estamos Pringui1 y yo. Allí hay que ir a trabajar, aunque el corte de luz sea a las cuatro y media y le decimos de hacer jornada continua para poder poner reacciones. Dice que no, que esa tarde se trabaja. Agregamos que sin luz no podemos poner reacciones, ni purificar, ni filtrar, ni nada. Responde que las escobas no tienen enchufes. Cinco años de licenciatura para que te digan eso.
Llega la tarde y Paquita acude al lugar de trabajo. Es julio y no hay aire acondicionado. Yo estoy limpiando y Paquita se acerca y me dice que cuánto llevo sin luz. Pues una hora, respondo. Pues entonces volverá la luz en seguida, añade. Después de media hora se me vuelve a acercar y suelta que con ese calor aquí no hay quien esté, que ella se va al otro edificio. Y yo me quedo allí, limpiando… y sudando. (¡Puta Paquita de los @#@**!!)
Cambios de opinión.
Pija1 y Pija2 trabajan para un colaborador de Paquita. Como ella es como es, guarda material en su despacho para que nadie lo uso (para eso no lo compres digo yo...). El colaborador de Paquita le dice que si es posible que Pija1 y Pija2 hagan unas medidas con cierto aparato que está en el despacho de Paquita, a pesar de haber sido comprado con dinero de un proyecto conjunto. Claro, Paquita dice que sí. A la segunda vez que aparecen Paquita les espeta un “yo pensaba que esto iba a ser más esporádico, esto no puede ser” y las echa.
Bulos.
Paquita me ve sentado delante del ordenador de vez en cuando. Yo no puedo estar mirando el correo, ni buscando artículos, ni buscando la información de la gente que estuvo en mi puesto antes que yo, ni mandando pedidos por e-mail. No. Lo que yo hago cuando estoy delante del ordenador, según Paquita, es un master online. Sin saber muy bien de dónde se ha sacado tal hecho llega a decir que incluso ha visto los ficheros en el ordenador. Por supuesto, a todos los miembros del laboratorio y a gente de fuera. Pero la cosa no se queda ahí. No. Paquita afirma que ha encontrado vídeos pornográficos míos haciendo cosas guarras en el ordenador del trabajo. Lo cual también cuenta a diestro y siniestro. Es en ese momento cuando me doy cuenta de que se ha vuelto totalmente loca.
Despidos improcedentes.
Cuando a uno lo despiden normalmente se lo dicen a la cara. Pues no es así con Paquita. A Prigui1 lo llamó un día por teléfono y le dijo “No hace falta que vuelvas más, no te he renovado”. Y eso lo hizo con la persona con más experiencia del laboratorio.
Paquita celebra el despido de la última becaria.
Y hasta aquí ha llegado este escalofriante y conmovedor testimonio. A todos los becarios de la península y de fuera de ella que quieran utilizar esta tribuna, deben saber que Shepperdsen en Lisboa acepta las crónicas de sus dramas personales. Contadnos lo que os pasa y lloraremos todas juntas. Digooo todos juntos.
Nada más llegar a la tierra, cena con los de toda la vida, con degustación de delicatésenes traídas directamente del Carrefour de Oeiras. No digo más: pasteis de nata y licor de ginja. Nochebuena en casa, con las mini-raciones para 3 que pone mi madre.
Y luego cenas improvisadas en visitas a algunos amigos , o conociendo la casa recién estrenada de otros que se casaban en pocos días y viendo a la prima del Sr.Skyzos y su Sr.Esposo. He tenido dos comidas con los amigos del laboratorio, una de ellas con jefe. También estuve en la IIª Reunión de Bellos Becarios y Contratados de la Universidad de Murcia, reunión friquesca que sirve de excusa para vernos, por lo menos, una vez al año, y que incluía en su programa comida y cena. De la comida tuve que apearme porque estaba de resaca.
¿Resaca tú? ¡Pero si no bebes, ni fumas, ni vas con hombres malos! Je, je, claro, claro, pero era una ocasión especial, la despedida de soltero de un buen amigo. Vaya, pero si en Cartagena no hay marcha. Menos mal que no la hay, que nos echaron del bar casi a las seis de la mañana, y la novia se puso amarilla cuando empezamos a hablar de ir a buscar unos churricos y un chocolate. Si llegamos a tener marcha empalmamos con la boda.
Pero es que no me lo han puesto fácil, que estas Navidades he tenido dos bodas, y ya se sabe...
Bueno, tampoco es para tanto. ¿Que no...? Sigo: cena pija con amigos mariquitas en restaurante semivacío con cocinera-camarera-maestra de ceremonias con muchas cosas que contar (y muchas ganas de contarlas). A la pobre le faltó sacarse una silla de la cocina y sentarse con nosotros a charlar.
¿El Milagro de la Navidad?
¡¡El Milagro de la Navidad es que con todo esto no haya vuelto a Lisboa rodando!!
Copyright © 2008 Shepperdsen
Diseño de Design Disease | Plantilla blogger por Blog and Web