Cuando te pasas demasiado tiempo pensando en tí, empiezas a tener la paranoia de que todo lo que te rodea responde a una fuerza superior que te lanza señales. Ves una película y te ves reflejado en l@ protagonist@, lees un libro y encuentras mensajes, vas a un restaurante, la gente habla contigo y crees que... ¡que la gente habla contigo!. Por Dior y por la Virgin, ¿nos estamos volviendo locos u qué?
Hace unos días Meg se preguntaba lo qué es una loca-el-pijo. Yo me he encontrado con muchas locas-el-pijo a lo largo, a lo ancho y a lo profundo de mi vida. Algunas entrañables, a las que hasta echo de menos (en silencio) a pesar de sus manías cuasi-patológicas. Bueno, o patológicas del tó. Otras no tan entrañables y a las que me gustaría dar la patada asap, antes de que me pegue su bipolaridad no diagnosticada.
Anoche vi El diablo viste de Prada, y aunque mijefa loca-el-pijo no vista de Prada, no pude dejar de relacionarla, pero es que esta mañana leía, leía... y he vuelto a encontrar paralelismos asombrosos. Con mucho menos algunos se montan una teoría conspiratoria. No me digas tía. Pues sí chuchi.
Lo de que la gente habla conmigo en los restoranes (aunque sea de fútbol) merece un post aparte. Dadme un par de días para escribirlo. Eso sí, os dejo con el mensaje que Carlos Ruíz Zafón me mandó en su libro. Ahí es ná. A ver quién piensa que estoy loco... Moraleja: trabajah eh malo pa loh nérvioh.
(...) Volví al escritorio y me senté frente a la pila de anotaciones y apuntes que había ido recopilando para el libro del patrón. Repasé aquellos esbozos de historias (...). Me pregunté si era aquello lo que el patrón había visto en mí, una mente mercenaria y sin reparo en urdir un cuento narcótico capaz de enviar a los niños a dormir o de convencer a un pobre diablo sin esperanza de asesinar a su vecino a cambio de la gratitud eterna de deidades suscritas a la ética del pistolerismo. Días atrás había llegado otra de aquellas misivas citándome con el patrón para comentar el progreso de mi trabajo. Cansado de mis propios escrúpulos, me dije que apenas quedaban veinticuatro horas para la cita y al paso que llevaba iba a presentarme con las manos vacías y la cabeza llena de dudas y sospechas. Sin más alternativa, hice lo que había hecho durante tantos años en situaciones similares. Puse un folio en la Underwood y, con las manos sobre el teclado como un pianista a la espera de compás, empecé a exprimir el cerebro, a ver qué salía.
Hace unos días Meg se preguntaba lo qué es una loca-el-pijo. Yo me he encontrado con muchas locas-el-pijo a lo largo, a lo ancho y a lo profundo de mi vida. Algunas entrañables, a las que hasta echo de menos (en silencio) a pesar de sus manías cuasi-patológicas. Bueno, o patológicas del tó. Otras no tan entrañables y a las que me gustaría dar la patada asap, antes de que me pegue su bipolaridad no diagnosticada.
Anoche vi El diablo viste de Prada, y aunque mi

Lo de que la gente habla conmigo en los restoranes (aunque sea de fútbol) merece un post aparte. Dadme un par de días para escribirlo. Eso sí, os dejo con el mensaje que Carlos Ruíz Zafón me mandó en su libro. Ahí es ná. A ver quién piensa que estoy loco... Moraleja: trabajah eh malo pa loh nérvioh.

(...) Volví al escritorio y me senté frente a la pila de anotaciones y apuntes que había ido recopilando para el libro del patrón. Repasé aquellos esbozos de historias (...). Me pregunté si era aquello lo que el patrón había visto en mí, una mente mercenaria y sin reparo en urdir un cuento narcótico capaz de enviar a los niños a dormir o de convencer a un pobre diablo sin esperanza de asesinar a su vecino a cambio de la gratitud eterna de deidades suscritas a la ética del pistolerismo. Días atrás había llegado otra de aquellas misivas citándome con el patrón para comentar el progreso de mi trabajo. Cansado de mis propios escrúpulos, me dije que apenas quedaban veinticuatro horas para la cita y al paso que llevaba iba a presentarme con las manos vacías y la cabeza llena de dudas y sospechas. Sin más alternativa, hice lo que había hecho durante tantos años en situaciones similares. Puse un folio en la Underwood y, con las manos sobre el teclado como un pianista a la espera de compás, empecé a exprimir el cerebro, a ver qué salía.
Carlos Ruíz Zafón.
El juego del Ángel.
2008. Ed. Planeta pp. 311-312.
El juego del Ángel.
2008. Ed. Planeta pp. 311-312.