Uno de los restos más interesantes del paso de los romanos por la ciudad son las galerías romanas que se encuentran en lo que hoy es la Baixa Pombalina. Sorprendentemente, hace 2000 años, sin mecánica newtoniana y muchos menos medios que ahora, los romanos consiguieron crear una extensa red de pasadizos subterráneos. Digo sorprendentemente porque estas tierras, cercanas al río, son tremendamente pantanosas, hasta tal punto que el proyecto de llevar el metro hasta Terreiro do Paço (Praça do Comercio) está dando grandes quebraderos de cabeza a los ingenieros del s.XXI. Además, han aguantado durante 2000 años, incluso soportando varios terremotos (como el de 1755 que destruyó el 85% de la ciudad y que se considera uno de los más intensos jamás sufridos por el hombre).

Precisamente, no se descubrieron hasta después de este terremoto, durante las tareas de reconstrucción de la ciudad. Inicialmente, se pensó que podían ser parte de un conjunto termal. En la actualidad se cree que eran un criptopórtico, una solución arquitectónica adoptada por los romanos en terrenos de topografía irregular que permitía la creación de una plataforma artificial sobre la que se apoyaran las construcciones más grandes. Si no os lo creéis, lo podéis leer aquí.

Desde hace más de mil años, las galerías están sumergidas en las aguas de los riachuelos de Arroios y de la Avenida da Liberdade y de filtraciones provenientes del Tejo. Sin embargo, las galerías se abren al público una vez al año, y este año ha sido este fin de semana (29-30 de septiembre). Con varios días de antelación, y mientras duran las visitas, los bomberos tienen que retirar el agua con ayuda de bombas. Los técnicos temen que, si se vaciaran permanentemente, las estructuras podrían sufrir daños irreparables, lo que no sólo pondría en peligro las galerías, sino también la ciudad que descansa sobre ellas.
Pímpámpúm, espero que os haya gustado. Las fotografías no son mías, las he robado maléficamente del blog de formiguinha. Espero que no se moleste...